Elijo escribir #4: Se hace o se nace

30/01/2017

Hace unas semanas se hizo pública la siguiente noticia: por primera vez en la historia de las universidades de habla hispana, la Universidad Nacional de las Artes (UNA) de Buenos Aires, confirmó la creación de un grado universitario que capacitará a sus estudiantes para ser escritores.

Con la creación de este grado en Argentina se cierra un capítulo que venía coleando desde hace años: la formación teórica para el escritor. Y aquí se abre un debate: ¿el escritor se hace o nace? ¿Es necesario aprender a escribir?

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Durante los años ochenta a lo largo de todo el globo afloraron una serie de academias privadas cuyo objetivo era el de “enseñar a escribir”. Comenzaron en Latinoamérica y Estados Unidos y con brío se extendieron a Europa. Hoy en día gozan de gran popularidad. Son lugares de encuentro entre aspirantes a escritor y maestros; allí enseñan críticos literarios, escritores más o menos consagrados, editores, hasta expertos en marketing y redes sociales. Porque hoy en día escribir es un totum revolutum que parece necesitar de todos esos ingredientes.

Y sin embargo la gran lacra de este método de trabajo según los entendidos es que se crean escritores cortados por el mismo patrón. Y sus novelas son distinguibles porque todas pecan y gozan de las mismas características medibles en una obra escrita.

 

Así pues, si asistir a un curso de varios meses (o varios años) de forma privada puede hacer que uno escriba novelas arquetípicas y demasiado reconocibles, ¿no hará una carrera universitaria de cinco años de duración exactamente lo mismo? O incluso, ¿no potenciará más esos aspectos negativos? Algunos se plantean si una carrera así no hará que el alumno aprenda a aprobar sus asignaturas en función del profesor que le sea asignado. Es decir: coartará su libertad creativa. Será el profesor el que corte el patrón de sus novelas futuras. Y no sus dotes personales, machacados y pulidos con el tiempo, y con los éxitos y fracasos que éste nos regala.

 

Algo en común sí tienen todos esos profesores: todos ellos recomiendan al aspirante a escritor empaparse y emborracharse de grandes novelas. Porque leyendo uno aprende. Porque al leer se quedan en las neuronas las técnicas narrativas que los grandes utilizaron quizá por primera vez. Porque aunque un escritor neófito no sepa que ha escrito un “monólogo interior” o ha planeado un diálogo en “estilo indirecto”, la gracia está en que sin saber el nombre, lo ha hecho igualmente.

 

Queridos lectores, pronto más.

María Jeunet.

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