Elijo escribir #3: Por lo bonito y para entender

27/12/2016

En mi último artículo terminaba diciendo que los que contamos historias encadenando palabras lo hacemos por amor al arte, literal. Pero durante estos días he tenido tiempo para reflexionar y he buceado en la idea. He llegado un poco más allá que ése puro disfrute personal que sentimos al ponernos a dibujar palabras. Hay algo más, sí.

Lo cierto es que escribir es duro. Puede parecer algo idílico gracias a las películas y novelas que nos muestran al escritor junto a una preciosa taza de café humeante sobre una mesa de madera vintage, una pantalla blanquísima y enorme esperando con paciencia y expectación inocente las palabras que nuestros dedos dejarán caer al teclado, una alfombra mullida a nuestros pies y música suave ambientando el momento. Pero más allá del attrezzo nos encontramos con algo más simple y menos espectacular: solo tenemos a una persona sentada en una silla frente a un papel en blanco durante mil horas o muchas más.  Así no parece tan divertido, ¿verdad?

 

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Las razones por las que uno escribe son tan profundas, personales e intransferibles casi como nuestras huellas dactilares. Pero pienso que la mayoría de escritores tenemos algo en común. De hecho he encontrado un par de porqués.

 

Vivimos en un mundo preñado de noticias terribles que nos sacuden día a día sin esperarlas: incendios que destruyen nuestros bosques, nuestras cosechas, nuestro suelo. Bombas que borran en un instante la paz de nuestros días. Violencia oscura y sangrienta que nos hace daño en el alma y que alimenta nuestros temores. Enfermedades que siguen siendo un misterio. Hambre y miedo. Ignorancia y desdén.

Son solo pequeños y cotidianos ejemplos de la fealdad del mundo que impregnan nuestros días cuando encendemos la televisión, leemos el periódico o consultamos las noticias en Internet.

 

Creo que escribimos para entender. Para intentar encontrar un sentido a todo esto que es la vida o al menos para intentar digerirlo y poder seguir adelante. Porque si nos sumiéramos en la fealdad acabaríamos tirando la toalla. Y entonces la Humanidad se acabaría.

También, y unido estrechamente a lo anterior, escribimos para intentar compensar la balanza porque necesitamos recordar las cosas bonitas que tiene la vida. Porque aunque haya días (demasiados en estos tiempos) en los que parece que Mordor se ha materializado en este mundo y oscurece y pervierte cada día más lugares, sigue habiendo cosas bonitas. Y escribimos para ponerles nombres y para no olvidarnos de ellas, porque ellas alimentan lo más importante que tenemos: nuestra vitalidad, ilusión y esperanza.

 

 

Queridos lectores, pronto más.

María Jeunet.

 

 

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